Algunas herramientas para gestionar mejor el estrés en entornos laborales y educativos.
Cuando sufrimos un golpe físico, un golpe en nuestro cuerpo, sentimos dolor. Cuando sufrimos un “golpe” a nuestra parte social y de pertenencia, ese impacto es mayor para el cerebro que un golpe físico. Es decir, si nos sentimos aislados, rechazados, menos importantes o suficientes, tendremos un “dolor” más fuerte que si nos golpearan. Esto ocurre porque ambos se procesan en la misma zona cerebral.
Un ataque a nuestra seguridad psicológica, activa una respuesta de estrés, porque nuestro sistema nervioso central está cableado para sentirse seguro y cuidar nuestra supervivencia.
Nuestro sistema nervioso central tiene más circuitos que se activan para las amenazas, que, para el placer, y es por esto que tendemos a pensar siempre en lo malo. Estos circuitos de amenaza reaccionan más rápido, son más fuertes y se sostienen más tiempo que un circuito de placer. Esto se llama sesgo emocional negativo, y es esta función del cerebro que siempre está atento a lo malo o peligroso, con la amígdala cerebral siempre lista para detectar amenazas. Se focaliza en las amenazas por encima de los demás estímulos.
Pensemos esto de esta manera. Nuestro cerebro se fue desarrollando en épocas en las que el hombre estaba constantemente enfrentando peligros. En su primer parte del desarrollo el cerebro se asocia con todo lo relacionado con la supervivencia.
A medida que evoluciono empezamos a tener una zona que se relaciona más con todo lo emocional. Y por último, se desarrolló la parte más nueva que es la corteza prefrontal, en las que están las funciones ejecutivas como razonar, organizar, reflexionar, etc.
En la actualidad el problema que tenemos es que sentimos como peligroso tener que rendir un examen, tener una entrevista de trabajo, tener que hablar en público, pero esto que percibimos como amenaza y que despierta y activa la respuesta de estrés, es inapropiado, recordando que antes los peligros eran ser el almuerzo de un animal.
¿Cómo podemos empezar a trabajar esto en nosotros? La corteza prefrontal nos puede ayudar a gestionar las respuestas inconscientes de la amígdala y lo que ella interpreta como amenaza. Y de esta manera no activar constantemente nuestro estrés y sistema de alarma.
El problema es que nuestra amígdala responde en 5 milisegundos y la corteza prefrontal responde en 500 milisegundos. Y otro problema es la corteza prefrontal gasta mucha energía para frenar conductas indeseadas, entonces prefiere estar en piloto automático. Acá volvemos a hablar del “sistema de frenado”. Esto no es inhibir lo que nos pasa, sino gestionarlo. En el estrés aparece lo que se llama el secuestro amigdalino y nuestro sistema de frenado no se activa. Es nuestra amígdala la que tiene el control.
Si empezamos a cuidar la corteza prefrontal, será más fácil que ella tenga la conducción. Algunas sugerencias para eso son:
- Una buena nutrición, una alimentación con más antioxidantes. Esto aumenta la resiliencia cerebral y la resiliencia al estrés.
- Hacer ejercicio protege al cerebro con moléculas BDNF, que se liberan en la corteza prefrontal y la protegen del daño neuronal. Cuando hay estrés crónico, como ocurre en la actualidad, estos neurotransmisores se agotan. En cambio, si tenemos más de estas moléculas protectoras, el sistema de frenado se puede sostener más tiempo.
- El entrenamiento de la corteza prefrontal a través de diferentes prácticas, aumenta la eficiencia y así la amígdala está menos excitada. La atención plana, los ejercicios de respiración, y relajación, el yoga, la meditación y muchos más ejercicios sirven para fortalecer la corteza prefrontal.
- El descanso adecuado, y dormir ocho horas.
Poder empezar a mirar esto de los diferentes ámbitos ayuda a tener personas y grupos más fortalecidos. Crear ambientes de integración, contención, colaboración, participación y escucha, es beneficioso para todos. Sumar a los espacios laborales alimentos más nutritivos, recreos cerebrales, momentos para compartir, etc. Solo nos queda empezar a hacer cambios positivos.
Por: Lorena Sanhueza
Tec. en Consultoría Psicológica
Departamento de Salud y Bienestar, CPTN.