El estrés es parte de la vida de cualquier persona y es muy útil para la motivación y la productividad. En cambio, si este es excesivo y no tenemos recursos para afrontarlo, puede ser perjudicial para nuestro cuerpo y mente.
Siempre necesitamos cierto nivel de estrés para ponernos en acción y realizar nuestras actividades, las más simples y las más complejas. Cuando nos exponemos a estímulos estresantes, sufrimos cambios fisiológicos en el cuerpo como respuesta a esto que se siente como una amenaza y se activa la respuesta al estrés. La respuesta que tengamos ante esto tiene que ver con el estímulo estresante y con la forma de resolución.
En la primera fase de respuesta al estrés se activa el sistema nervioso simpático, segregando adrenalina. El corazón late más rápido, la respiración se acelera y la sangre se va hacia los músculos para poder accionar. La mente se pone en alerta y el sistema nervioso parasimpático queda inhibido. De esta manera tenemos la energía suficiente para enfrentar el peligro que aparece.
Este tipo de respuestas son muy buenas ante peligros “reales” que ponen en riesgo la vida. El problema está en que este mecanismo también se activa para los problemas actuales que tenemos que enfrentar, en este sistema de vida tan vertiginoso.
Una amenaza era ser comidos por un león, en cambio, las amenazas diarias son las deudas, el trabajo excesivo, las presiones y demandas de nuestra vida actual. Incluso muchas veces hasta nos preocupamos por peligros que son imaginarios, alimentados por pensamientos negativos y catastróficos.
Por esto es que el estrés, cuando aparece en su justa medida según el estímulo estresante, es algo positivo y saludable. Ahora, cuando este se vuelve crónico, traerá muchos problemas a nuestra salud integral.
El proceso del estrés va pasando por diferentes etapas. En primer lugar, como ya dijimos, se enciende una alarma de peligro que nos prepara para la acción. Este estrés constante no se puede mantener, entonces aparece en la segunda etapa la resistencia. Y, en tercer lugar, si el estrés se sigue extendiendo en el tiempo, el organismo entra en la etapa de agotamiento.
Son muchos los estresores que podemos tener, los conflictos personales, una enfermedad, el mal descanso, etc.
La fase de agotamiento afecta nuestra memoria y aprendizaje, nuestro rendimiento cognitivo y nuestra salud en general. Es importante tener recursos para enfrentar esto, y poder responder adecuadamente a los estímulos que aparecen.
Si aparece un desafío y tengo los medios para transitarlo, podré manejar de manera adecuada el estrés. En caso contrario, la respuesta al estrés no será adecuada.
Es fundamental tener en cuenta esto para los diferentes ámbitos laborales y sociales. Saber tomar o proponer tareas o desafíos, para los cuales contamos con los recursos necesarios para afrontarlos, y saber que de esta manera la persona no estará en una etapa de agotamiento.
En varios artículos anteriores hemos hablado de gestión emocional, y de algunas prácticas que pueden servir como recursos muy positivos para desarrollar nuestra vida de una manera más saludable.
A pesar de que ciertas situaciones estresantes no se pueden evitar, es importante estar atentos a generar contextos que brinden seguridad y tranquilidad, en donde las situaciones de estrés se vivan como desafíos que pueden superarse: este será un gran paso para mejorar todos los espacios en donde nos desenvolvemos, haciéndolos más humanos.
Por: Lorena Sanhueza
Téc. en Consultoría Psicológica MP TEC 01503
Departamento de salud y Bienestar – CPTN
Contacto: comisionbienestarcptn@gmail.com



